¡Eres mía!

   ¡Eres mía! Exclamó mientras se acercaba lentamente a la cama, pensé en huir y considerar que esa frase ya la había escuchado antes y no había obtenido buenos resultados. Sin embargo, confié en ella y le dije que sí, que era suya y de nadie más, que me tomara y lo comprobara, nadie podría hacerme sentir lo que ella, nadie podría rellenar esos espacios como ella lo hace, nadie podría hacerme estremecer con solo escuchar lo suya que era, se había convertido en ese pieza que encajaba en mis vacíos existenciales, le dije que me hiciera suya y que jamás saliera de mis poros. Me contestó que siempre lo estaría y aquí estoy, esperando verla entrar por esa puerta para seguir complementándonos.



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